La huella de nuestro paso como seres humanos por el planeta tierra es tan nefasta como imborrable. Casi sin darnos cuenta desparece. Una falsa ilusión de control sobre nosotros y nuestro destino aflora cada vez que intervenimos en la naturaleza. Un falso dios emerge de cada uno de nosotros. Esta exploración se desenvuelve como un poema sensorial que recuerda el estado primigenio y esencial de la naturaleza y cuestiona sobre las relaciones desequilibradas con nuestro ecosistema, orientando su mirada sobre una ecología de pensamientos, acciones y medios que lanzan un llamado urgente a nuestra sociedad. Es este un ejercicio de reclamo sobre el valor capital que se le otorga a cada elemento del paisaje, incluyendo a los seres vivos. Basta con dar una ojeada al planeta: el cambio climático, la explosión demográfica, el uso extremo de los recursos naturales, la manipulación genética, los desarrollos tecnológicos y digitales presentes, para reconocer el estado de alerta ante esta perspectiva tan real como apocalíptica. Es un gesto de amor por el planeta.